lunes, 23 de julio de 2012

Adiós a la secundaria

Siempre ha cautivado mi interés el tránsito por la escuela secundaria como momento de la vida de una persona. En lo que se refiere al ciclo vital, suele coincidir (y lo digo así porque uno puede hacerla siendo más grande o incluso más joven, siendo un prodigio) con la adolescencia.
Muchas series de televisión y películas de diverso género (norteamericanas, en general) la retratan como un ámbito en el cual las personas se agrupan de acuerdo con sus intereses y habilidades sociales y a partir de allí se instituye una jerarquía en la cual algunos gozan de popularidad, otros son marginados y otros simplemente pasan desapercibidos. 
En contraste, las narrativas japonesas como el manga y el animé (para los neófitos, historietas y dibujos animados) usualmente ubican a la escuela secundaria como escenario de fondo de dinámicas más complejas cuyo impacto en las vidas de sus protagonistas adolescentes es casi nulo. Ser un estudiante aquí es una parte pequeña de una totalidad mucho mayor.
Estos u otros relatos de ficción pueden reflejar, de algún modo y siempre parcialmente, nuestro propio recorrido por este tramo de la socialización. A veces también pueden ayudarnos a reflexionar sobre las cosas que ahí nos pasan o nos han pasado con los demás o con nosotros mismos. Los sentimientos de soledad, aislamiento y vacío pueden reevaluarse cuando repensamos lo que nos pasa a la luz de las vivencias de otros, aunque éstas sean sólo ficticias.
Y a veces también nos pueden permitir mirar con otros lentes nuestra inserción en esos mismos lugares, cuando nos toca estar "del otro lado del escritorio" (porque en este caso, no hay comercio ni mostrador). Hace algunos años comencé a trabajar en una escuela secundaria como profesor. Una experiencia laboral y de vida que, debo decir, ha sido absolutamente invaluable. Por razones laborales y académicas, creo también que ha llegado el momento de retirarme y decirle adiós, como en su momento le dije adiós siendo un estudiante.
Constantemente he contrastado mis propias vivencias como alumno y como profe, como adolescente y como "adulto responsable que soy ahora" y me doy cuenta de lo difícil que es estar en la escuela, en cualquiera de los dos roles. Las cosas no salen como uno quisiera, o directamente no salen, o salen justo como queríamos y ese día queremos tirar la casa por la ventana. Quizás este "adiós" que digo ahora, como aquel que dije cuando tenía diecisiete, también sea provisorio, haciendo que un potencial regreso sea mucho más satisfactorio.

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